En
ese habitación cerca de una casita azul empezó el amor como rutina.
Piel pálida ella, y media melena castaña. Tu piel dorada y tus ojos tan
serpiente me enamoraban cada día. El tiempo, y la edad arrasan hoy
nuestras vidas cruzadas.
A los dieciséis, un amor que se enciende en mayo. A los
dieciocho un amor que se apaga a golpe de un reloj amarillo.
A los veinte, un amor que sigue robándole las noches, y un
por qué escondido en dos vidas paralelas; pensándote todas las noches y acariciándote en mis sueños.
La vida seguía volando en un reloj. Dejaban de sobrar
rincones detrás de todos los recuerdos, aunque no lo creas sigo sentándome en nuestro rincón a pensar, a pensar(te).
Se acerca el calendario, y no sé como explicarle a mis manos la ausencia de tu piel.
Junio, el día que decías que había que quemar lo malo en un papel, ese
día que me servías una copa, esa copa que este año cierra los ojos y se
dejara abandonar pensando en un roce con tus dedos...
Dos cuerpos que se devoran,el mundo a nuestros pies, ese mundo que me hace enloquecer con cada lunar de tu preciosa espalda.
Y no puedo dejarte atrás por mucho que ya casi haya pasado un mes, mes que pasa mi corazón pensando en ti.
Roto por tu ausencia, roto por todas tus sonrisas.
Olvida las dudas, porque sin ti me siguen doliendo esos ojos serpiente que me protegían al pasar al lado de esa casita azul.
Lo que el césped de aquella casa vivía hace tiempo que
parece que nunca existió. Las miradas que ya no se cruzan y las vidas que se
vuelven desconocidas.
Las voces que suenan en el río, la voz que falta y sólo suena
en el corazón.
Con un lápiz y un papel escribo esto desde nuestro rincón del río.
Sigo
teniendo la piel dorada, y la media melena de hace años. Pero ya no
está tu piel dorada, y ojos serpiente por los que muero de amor.
Sabes que siempre te espero, una vez más no tengas miedo.