No me creas cuando te digo que no te queda nada, y que tienes lo que te mereces.
Una vez me dijiste que no me acostara nunca sin un sueño, sin una ilusión, que nunca me fuera a dormir con rencor, con dolor en las manos o en la piel, y fue ahí cuando me di cuenta, que nunca podría dejarte vivir sola.
Sé que te hice llorar sangre, y tener venas en mis lágrimas, pero me sentí una máquina programada en binario únicamente para echarte de menos, porque no estaba a la altura de echarte de más. Ojalá no te pusieras tan cabezona, podría enseñarte a reir, antes lo hacias muy bien, y era bonito ver como te reias sin ser consciente ni tener ningún poder sobre tu boca.
Y por muchas cosas feas que te diga, las que realmente siento son las que dejo aquí, por eso de que no juzgue a los demás, de no irme a la cama con rencor, y es que no puedo no pensar(te) y menos no recordar(te).
Conceptos diferentes, recordar es cuestión de sentimientos, de esto del alma. Pensar es otra cosa. Creo verte en cada sueño, en cada pesadilla, en cada minuto de mi vida.
¿Cómo estás mudita? Hace tiempo que no te veo, y te echo de menos.
Tampoco es que te eche de menos, es que no sé respirar sin compartir tu aire.
Fue bonito mientras duró, también duro, bastante, pero de eso ya te hablaré en otra carta.
Bueno, ya me responderás, Dolor.
Quizás, con suerte, nunca lo hagas.
Pd. Espero que seas feliz.