No es un buen día. Está empezando a llover. Las gotas golpean los cristales de mi venta, como si el cielo estallara en un llanto. Me gustaría llorar a mi también, sentarme a su lado, abrazarla. Dejarme abrazar. Contarle que el mundo también es gris al otro lado de mis párpados, y que me siento muy perdida.
Tan perdida como cuando me conociste hace tres años, cuando estaba perdida de verdad. O incluso más.
Pero no está siendo un buen día, ni una buena semana, ni un buen mes. Llueve, y no tengo gafas de sol, a pesar de estar sentada en la cama desde hace más de media hora. Así que le miento. Diré que todo va bien. La universidad, que sacaré alguna matrícula, y que siento que es lo que quiero hacer. Miento.
Y me siento perdida, y más sola que nunca.
No es un buen día desde esta triste habitación.
Fuera, llueve y llorando sigue la ciudad de cristal.