ULTIMOS 36 DÍAS.
Últimos treinta y seis días, y el subconsciente me ha jugado una mala pasada. He empezado a recordar, yo tenía unos tres o cuatro años, y al contrario que muchos niños yo iba a las procesiones y los famosos 'papones' a mi no me daban miedo, creo que más bien me temían ellos a mi, el juego era quitarles el guante cuando te daban la mano y después 'echar a correr'. Recuerdo el día en el que mi hermano llegó y me dijo ¿pitu tú quieres ser papona?,me enseño cual era su propuesta en un principio no era la que más me llamaba la atención;yo siempre quise ser de los negros, y comprarme un bigote como el de Mario Bros para meterme de 'estrangis',pero años después no la hubiese cambiado por nada. Ya hace dieciséis años que estoy ahí, y durante toda la vida la semana pre-semana santa , era sagrada, apenas iba a clase, ¡la canija quería ir ayudar!, con el tiempo esa pequeña implicación llego a más, y cualquier pequeño esfuerzo era la experiencia mas gratificante. Ese sábado tocaba madrugar,pobre de Héctor la paciencia que tenía conmigo ese día.Sigo poniéndome nerviosa cuando escucho la banda fuera, tan nerviosa que tengo que quedarme en el patio andando en círculos, ya sabéis pequeños rituales. Me sigue poniendo nerviosa el olor a incienso, y me tengo que desatar y atar tres veces el capillo, y otras tantas el cíngulo, tengo que llevar una estampa siempre conmigo, la de los exámenes la que ha sufrido más conmigo que nadie. Sigo poniéndome a llorar los minutos antes de la procesión, sigo queriendo parar ese momento; sigo mirando el cielo minutos antes, y pidiendo que nos de tregua, sigo quitándome los zapatos, y sonriendo al ver que los más pequeños me miran y me dicen que ellos también quieren. Sigo siendo feliz por compartir ese momento con mi hermano, sigo apretando la mano fuerte a María, sigo pidiéndole a Casandra que me coloque el capillo, sigo abrazándome a Rocío cada vez que suena costalero, y sigo diciéndole a mis hermanas que somos las mejores. Raro año el que se avecina, pero no sé vosotros, yo prometo volver a sonreír , volver a emocionarme cuando suene costalero, volver a pedir al cielo una tregua, volver a pedirle a mi hermano que me haga el nudo de la corbata, prometo volver a esforzarme y deslomarme limpiando, porque no hay cosa más gratificante que verlos brillar en la calle, y sobre todo prometo seguir buscando miradas que lo dicen todo, seguir sonriendo cuando nos aplaudan, y aunque no nos aplaudan también.
Dejemos las guerras, vamos a darnos las manos unos a otros, dejemos intereses y guerras personales, y luchemos por llevarlos alto; por cerrar las bocas que hablan sin saber, sin conocimiento, sin sentimiento. Estamos en el mismo barco, y no saldrá adelante si remamos a contracorriente.
Te escribo, porque te quiero.